AGENDA

Inauguración exposición Relaciones Causales de David David Schäfer

Actividades
Cuándo: 
18/06/2015 - 20:00
Dónde: 
Galería Cero
Asistencia: 
Libre

PUEDE OCURRIR QUE YO SEA MIRADO SIN SABERLO

El uso de la imagen fotográfica como documento histórico cuando constituye una prueba de atrocidades transciende a la asepsia del documento, ya sean las imágenes que sirvieron a la represión contra la Comuna de Paris o las del fotógrafo Francisco Boix sobre el exterminio nazi que fueron proyectadas durante el juicio de Nüremberg.

Lupus est homo homini, la máxima de Plauto, nos recuerda todas las violencias que el hombre proyecta sobre el otro, genocidios, invasiones, guerras, terrorismo de estado, esclavitud, racismo. Desde su aparición, el ojo de la cámara no ha dejado de registrar los crímenes del hombre contra el hombre, a  menudo estetizando el horror, normalizando el desastre.

Susan Sontag, en Ante el dolor de los demás, resalta que este tipo de fotografías “son un medio que dota de realidad (o de mayor realidad) a asuntos que los privilegiados o los meramente indemnes acaso prefieren ignorar”.

En La Chambre Claire, Roland Barthes asocia el posado fotográfico con el pelotón de fusilamiento: “Puede ocurrir que yo sea mirado sin saberlo, y sobre esto todavía no puedo hablar puesto que he decidido tomar como guía la conciencia de mi emoción. Pero muy a menudo (demasiado a menudo, para mi gusto) he sido fotografiado a sabiendas. Entonces, cuando me siento observado por el objetivo, todo cambia: me constituyo en el acto de “posar”, me fabrico instantáneamente otro cuerpo, me trasformo por adelantado en imagen. Dicha transformación se activa: siento que la Fotografía crea mi cuerpo o lo modifica, según su capricho (apólogo de este poder mortífero: ciertos partidarios de la Comuna pagaron con su vida su complacencia en posar junto a las barricadas: vencidos, fueron reconocidos por los policías de Thiers y casi todos fusilados)”

En Relaciones Causales de David Schäfer, las relaciones atan a víctimas y verdugos. Ocurre que muchos posan sin saberlo, que los que posan se construyen en el acto de posar  y que el fotógrafo actúa como un matón.  

Es difícil resolver emocionalmente nuestra posición ante el dolor de los demás, cuando se alían la Historia, la memoria oficial, la vivencia personal, y cuando lo apreciamos registrado en un  documento fotográfico que objetiva aparentemente la realidad pero que al mismo tiempo posee una capacidad adherida que le otorga poder para desvelar lo oculto tras la superficie visible.

David Schäfer  se preocupa por resolver con una asepsia  forense el  hecho de enfrentarse como fotógrafo, investigador y argentino nacido en 1975, al  archivo de fotos del Ex – Departamento Informaciones Policiales (D2) que custodia la Comisión y Archivo Provincial de la Memoria de Córdoba (Argentina) conocido como “Registro de Extremistas”. La Policía reunía en fichas y carpetas datos e  imágenes fotográficas de hombres y mujeres secuestrados y/o detenidos en este centro clandestino de detención, tortura y exterminio por el que pasaron miles de personas desde 1974 a 1977. El Archivo conserva unos 130.000 negativos, en más de 80 cajas de cartón  en donde se enlazan rostros de delincuentes comunes y presos políticos.

Relaciones Causales  se inscribe en las investigaciones  sobre la fotografía considerada  como index  de Martha Rosler  o  en trabajos como Huellas de una lucha de Clare Strand (2003) que trabaja con imágenes  aparentemente  documentales, como las realizadas por la policía forense, como fórmula para alterar nuestras certezas y nuestra explicación racional de la realidad que construimos.
Schäfer  interviene como el detective que reconstruye la escena del crimen, los muros, las horas del día, luces y ruidos, el recorrido que hacen fotógrafos y detenidos, verdugos y víctimas, con las mismas películas y e idénticas cámaras a las utilizadas en los años setenta, en una arqueología higiénica que no evita despertar y agitar los fantasmas y miedos latentes.

Las fotografías evidencian  las prácticas policiales ocurridas en la  ciudad de Córdoba (Argentina), y localidades aledañas   durante la década de los setenta  y como espectadores nos vemos impelidos a reconstruir los hechos con los indicios leídos en ellas, a revisitar la escena reconstruida, y acceder al espacio de la represión.

Schäfer persigue juntar las pistas  que deja la mirada del fotógrafo, para tratar de explicar como este se adapta y posiciona dentro del engranaje  de la  terrible realidad que registra.

Al levantar una cartografía del espacio de la represión, y delimitar el lugar donde los fotógrafos disparaban las fotografías,  acaba trazando la cartografía del horror que se instala en el edificio situado entre la Catedral y el Cabildo de la ciudad de Córdoba, cuyas campanas y sombras proyectadas  servían de faro a los detenidos, y al propio artista.

La lógica burocrática del registro en las fichas policiales, configurado con las fotos de frente y de perfil de los detenidos, la imagen asociada a las cifra que cataloga y deshumaniza, abrumadoramente transformado en los miles de negativos de la crónica de “la subversión”,  se instala en la paradoja de hacer “aparecer” la imagen pensada  para  hacer “desapacer”. Desaparecidos que se desvanecen ante el disparo y  vuelven a revelarse ante un nuevo disparo de David Schäfer plegando el tiempo.

La fotografía en los archivos policiales se transforma en una herramienta de control vinculada al poder policial, político, judicial. La cámara adopta el papel del ojo del poder de Foucault. La imagen técnica, en este caso como el panóptico de Bentham, “blanco” de una relación de poder que convierte a la cámara en el efecto y el soporte de un nuevo tipo de mirada. La visibilidad de los cuerpos bajo el programa centralizado de la máquina.

El poder no puede tolerar regiones de sombra, formas oscuras y desorden, impone una mirada dominadora y centralizada pero deja en este archivo zonas oscuras, jamás pensadas para ser mostradas, fuera de campo que rodean los retratos de los detenidos, que se convierten en  interzonas por las que transita el fotógrafo. Consigue llenar de sentido, y de moción el vacío en el que habitan las sombras.

Basta una mirada para ejercer los mecanismos del poder, y basta una mirada para desmontar los mismos mecanismos, aunque pueda ocurrir, y ocurre, que seamos mirados sin saberlo.

Junio 2015
Carmen Dalmau
Comisaría


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