Alejandro Pérez Alvarez (Cuba)

Así como el título que lleva el libro de Guido Cironetti, El silencio del cuerpo, donde afirma que: la verdad es siempre terapéutica, magistralmente quirúrgica, espléndidamente filantrópica... busco, con estos retratos, girando a través del cuerpo de transformistas, travestis y transexuales, convertidos en protagonistas (ellos y sus espacios que son también ellos mismos), un nudo donde intento atrapar, con este acercamiento, los diferentes tipos de sexualidad que implican desde un orden cromosómico, hasta un orden legal, pasando por sus situaciones psicológicas y sociales, en sus historias personales, que determinan un rol del cuerpo muchas veces incomprendido y hasta perseguido. Con El silencio del cuerpo, trabajo del cual tomo diez fotografías como muestra, hallo cómo asume ese rol del cuerpo femenino en el primer maquillaje, cómo siente, camina, respira, y al limpiarse las pinturas vuelve a ser hombre un transformista que actúa a ser mujer. O cuando se operan travestis o transexuales para convertir en disfraces sus propios recursos o asumen ser una mujer permanentemente sin recurrir a una cirugía. Ocurre en todos estos procesos un misterio a través del cual, el cuerpo habla. Mi intención es recoger ese lenguaje del cuerpo el cuerpo como el producto más tardío, el más largamente decantado, refinado, desmontado y vuelto a montar de nuestra vieja cultura como dice en su libro Corpus, el filósofo francés Jean-Luc Nancy. Hay una puja del cuerpo al pensamiento para que vaya cada vez más lejos. No puede hablarse del cuerpo y del pensamiento como dos cosas separadas, porque no son otra cosa que, tocarse uno a otro y ese toque es el límite que se llama alegría, dolor o pena. Quiero convertir cada gesto de estos retratos, sus miradas, texturas, comportamientos, medidas, fracturas, dislocaciones, iluminaciones en algo que parte desde sus adentros a su exposición.Un viaje. Un dolor. Una fuga. Un salirse del encerramiento para llegar al existir, porque el cuerpo es ´el ser-expuesto del ser (JL Nancy). Ha sido una premisa trabajar con ese secreto horror de los cuerpos del que ha estado impregnada la cultura occidental para ´sobre-ver y tocar con el ojo (muy superficialmente) esa imagen extraña que va más allá de una apariencia, más allá a todo desciframiento, donde existe una promiscuidad entre lo visible y lo invisible, donde los cuerpos son, ante todo, “lugares de existencia”. La piel (vaginada, invaginada) su relajación, tersura, rasgos, en ese “espaciamiento mortal del cuerpo” y su ontología. Buscar en esa ontología: matiz, pulsión, vibración, intensidad, el gozo y el sufrimiento; la derrota y la plenitud, porque ´el cuerpo significante...solo encarna una cosa: la absoluta contradicción de no poder ser cuerpo sin serlo de un espíritu, que lo desincorpora. (JL Nancy). Así, tras estos retratos donde los sujetos aparecen en espacios claves para su desciframiento, pretendo encontrar su identidad, la dualidad entre su feminidad y masculinidad, la proyección de su individualidad ante determinadas situaciones, intento trastear las repulsiones incluso más que las atracciones; el conocimiento físico que sangra, su decadencia y esplendor luego de una Historia del Arte que ha protegido a la belleza y rechazado la supuesta fealdad estableciendo cánones mutiladores, porque es preciso aceptar, cómo toda la filosofía de la naturaleza ha cambiado en la medida que comprendemos cómo ha cambiado la relación con los cuerpos que caminan por los bulevares, entran en los cuartos de las posadas, se quedan abandonados en los rincones, atravesando las fronteras de sus propios cuerpos, de sus lazos y costumbres, ensanchando los bordes de su masa (de su pulpa), traspasando sus recorridos concebidos por esas grietas que todavía no calculamos bien, donde están todas sus heridas.